El dinero es una artificio humano, una convención social, un simple símbolo, que nos permite intercambiar productos y servicios, y del que dependemos irremediablemente para satisfacer nuestras necesidades y deseos socialmente. Pero no necesitamos el dinero en sí, sino los productos y servicios que conseguimos con él. Es hora de cuestionarnos cómo se crea y distribuye esa tecnología, y cómo su escacez artificial hace competir y crecer la avaricia, deshumanizando a los individuos y sociedades a su paso. En cada crisis económica habríamos de percatarnos cómo nuestra capacidad productiva y reproductiva, nuestra fuerza de trabajo y nuestros recursos, siguen intactos, y lo único que falta, y que impide la circulación de nuestros productos y servicios, es el dinero
Por eso, el proyecto de una moneda social para cuidarnos mutuamente, un facilitador del intercambio diseñado para construir comunidad es tan relevante.
Namasté es una palabra que viene del sánscrito y significa reverencia, veneración, un saludo muy digno y respetuoso, por lo cual es un bello símbolo para representar el intercambio entre personas, el acto de dar y recibir, la reciprocidad.
Transfigurar el acto de intercambio de un objeto a un saludo nos recuerda el fluir de la materia para sostener la vida y el espíritu, lo realmente importante, el fin último de la existencia.
Como comunidad yóguica y solidaria, el uso de tal acto simbólico tiene como intención la generación de abundancia colectiva y su compartición.